Los seres humanos nos encontramos frecuentemente divididos entre dos voces, dos miradas y dos modos de escuchar. Uno de ellos es hacia fuera, el otro es hacia dentro. Me explico:
Las Dos Bocas:
La boca hacia afuera suele ser respetuosa, amable y compasiva con los demás, reflejando nuestro lado más gentil y empático. Es esa voz que conforta a un amigo que olvidó sus llaves con palabras de aliento y comprensión. Nos alienta a ser generosos con nuestras alabanzas y acciones, reconociendo la humanidad en los otros y extendiendo una mano amiga cuando vemos el sufrimiento en el otro.
Sin embargo, la boca interna, tiene un tono crítico y despiadado, la utilizamos cuando nos hablamos a nosotros mismos y tiende a ser implacable. Cuando cometemos errores, nos encontramos con un diálogo interno lleno de autocrítica, odio y negatividad. Esta voz nos recuerda cada fallo, cada error, amplificando nuestras inseguridades y haciéndonos sentir indignos de amor y aceptación.
Los Cuatro Ojos:
Los ojos externos, están llenos de empatía y aprecio, reflejan nuestra capacidad de ver lo mejor en los demás. Con estos ojos, alentamos y elogiamos, reconociendo la belleza y la singularidad en aquellos que nos rodean. Vemos más allá de las imperfecciones superficiales y nos conectamos con la humanidad compartida que reside en cada individuo.
Sin embargo, los ojos internos, aquellos que se vuelven hacia nosotros mismos, suelen ser crueles y juiciosos. Nos analizan con dureza, destacando cada imperfección y comparándonos constantemente con los demás. Nos miden con estándares 100% inalcanzables, permitiendo que la insatisfacción y la inseguridad llenen la percepción que tenemos de nuestra persona.
Las Cuatro Orejas:
Las orejas externas, receptivas y comprensivas, escuchan con empatía y compasión las palabras de los demás. Están abiertas al elogio y a las palabras amables que nos rodean, absorbiendo la energía positiva que nos impulsa hacia adelante. Nos permiten sentirnos valorados y apreciados, reforzando nuestra autoestima y fortaleciendo nuestra conexión con los demás.
Por otro lado, las orejas internas, son críticas y desconfiadas, interpretan cada halago que nos hacen como falso y desvalorizan nuestras propias habilidades y logros. Estas orejas hacen que desconfiemos de los elogios y nos aferremos a las críticas, alimentando un ciclo de autodesprecio y negatividad que obstaculiza nuestro crecimiento personal.
El recorrido de la autocompasión: detectar, cambiar, avanzar
Es evidente que, en nuestro diálogo interno, tratamos a los demás con una amabilidad que no nos concedemos a nosotros mismos. Esta disparidad entre cómo nos tratamos y cómo tratamos a los demás es muy habitual en nuestra sociedad. De algún modo aprendemos de pequeños que siendo muy autoexigentes lograremos lo que nos propongamos. Sin embargo el resultados es otro totalmente contrario, esta manera de tratarnos nos deja en un abismo de inseguridad y autocrítica. Nos esforzamos por ser comprensivos y compasivos con los demás, pero volcamos odio e insatisfacción sobre nosotros.
Por esa razón, aprender a tratarnos a nosotros mismos con la misma amabilidad y compasión que brindamos a los demás es esencial para nuestro bienestar emocional y mental.
¿Cómo lograrlo? Empecemos por confiar en nuestras propias ideas y pensamientos, y soltar la necesidad de aprobación externa. Esto puede ser un desafío, pero es un paso crucial hacia una autoestima más sólida y una vida más plena. Requiere un esfuerzo consciente y continuo para desafiar y reconstruir nuestros patrones de pensamiento negativo, pero el resultado es una relación más saludable y amorosa con nosotros mismos.
Detectar cómo te hablas la próxima vez que metas la pata. Y cambiar esa voz interna sádica por una más compasiva y alentadora puede parece artificial al inicio pero poco a poco nos lleva a aceptar nuestra humanidad imperfecta y celebrar nuestra valía intrínseca.
En última instancia, al tratarnos a nosotros mismos con amabilidad y compasión, creamos un espacio para avanzar, en vez de poner un muro de negatividad nos da alas y empuje. Igual que haríamos con un amigo que busca consuelo en nosotros.
Directora de la Fundación Alimente
Tras lidiar con la obesidad y las adicciones he impulsado la Fundación Alimente para que más personas puedan beneficiarse del tratamiento de adicción a comer que tanto me ha ayudado.