¿Cuánto hace que no te permites disfrutar del mar?
Es una pregunta que nos confronta con una realidad dolorosa: los espacios de baño a menudo se convierten en áreas de exclusión para personas con cuerpos que no cumplen con ciertos estándares de belleza. Nos sentimos culpables, avergonzados incluso, por mostrar un cuerpo que hemos aprendido a odiar, un cuerpo que nos han hecho creer que es nuestra culpa tenerlo así.

Esta exclusión no solo afecta nuestra capacidad de disfrutar del mar, sino que también impacta nuestra autoestima y bienestar emocional. Nos hace sentir como si no perteneciéramos, como si nuestras formas naturales no fueran bienvenidas en un entorno que debería ser libre y acogedor para todos.
La presión constante para alcanzar un ideal de belleza inalcanzable nos hace sentir inadecuados e indignos. Nos lleva a evitar actividades placenteras, como nadar en el mar, por miedo al juicio de los demás y a la vergüenza de no cumplir con esos estándares superficiales.
La Culpa como Barrera
El resultado de esta internalización de la culpa es que nos negamos el placer de actividades que solían traernos alegría y paz, como sumergirnos en el mar o disfrutar de la piscina en un caluroso día de verano. Nos privamos de estas experiencias maravillosas porque nos han convencido de que no merecemos disfrutarlas con el cuerpo que tenemos.
Pero ¿acaso no es hora de abandonar esa culpa? ¿No es hora de reclamar el derecho a disfrutar de la vida y de nuestro propio cuerpo sin sentirnos constantemente juzgados y rechazados?

Es momento de liberarnos de las cadenas impuestas por estándares de belleza irreales y abrazar la diversidad de formas y tamaños que existen en el mundo. Nuestro valor no debería estar determinado por la apariencia de nuestro cuerpo, sino por quiénes somos como personas y las experiencias que buscamos enriquecer nuestras vidas.
Cada uno de nosotros merece experimentar la plenitud de la vida, sin importar cómo se vea nuestro cuerpo. Es hora de reclamar nuestra autonomía y tomar decisiones que nos permitan disfrutar de la vida sin restricciones autoimpuestas. Es hora de abrazar la belleza en todas sus formas y manifestaciones, y celebrar la diversidad que nos hace únicos.
Entonces, la próxima vez que te preguntes cuánto hace que no te permites disfrutar del mar, recuerda que tienes todo el derecho de sumergirte en sus aguas y sentir la libertad y la alegría que eso conlleva. No permitas que la culpa y la vergüenza te roben la oportunidad de vivir plenamente.
Privándonos del Placer
El problema radica en que nunca nos han ofrecido las herramientas adecuadas para cambiar esta situación. Durante demasiado tiempo, el foco del tratamiento se ha centrado únicamente en lo que pesamos, en la cifra en la balanza, en lugar de abordar las complejidades de lo que pensamos, de cómo nos sentimos con respecto a nuestro cuerpo.
Esta falta de enfoque en la salud emocional y mental ha dejado a muchas personas luchando solas con problemas de autoestima y autoimagen. Al centrarse exclusivamente en el aspecto físico, se pasa por alto el impacto profundo que tienen nuestras emociones y pensamientos sobre nuestra relación con el cuerpo y con la comida.
Es crucial reconocer que la salud no se trata solo de números en una escala, sino de bienestar integral: físico, emocional y mental. Necesitamos herramientas que nos ayuden a desarrollar una imagen corporal positiva y una relación saludable con la comida, centrándonos en el autocuidado, la aceptación y el amor propio.
Recuperando el Placer
Es hora de dejar de culparnos por no encajar en un molde irrealista de belleza y empezar a amarnos y aceptarnos tal como somos.

Permitirnos disfrutar del mar, de la piscina, de la vida, es un primer paso crucial hacia la liberación de la culpa y la recuperación de nuestro bienestar emocional y físico. Si estás listo para embarcarte en este viaje de autodescubrimiento y autoaceptación, te invitamos a que te unas a nosotros. Juntos, podemos construir un futuro donde todos podamos disfrutar plenamente de las maravillas que la vida tiene para ofrecer, independientemente de la forma o tamaño de nuestros cuerpos.
Cuando nos permitimos disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida, como sumergirnos en el mar o tomar el sol junto a una piscina, estamos reconectando con nuestro derecho innato a experimentar placer y felicidad. Al liberarnos de la autoexigencia y la autocrítica, podemos encontrar la libertad para vivir de manera auténtica y plena.
Cada vez que nos permitimos disfrutar de estos momentos de placer, estamos desafiando activamente los estándares poco realistas de belleza y aceptación corporal impuestos por la sociedad. Estamos reclamando nuestro derecho a existir y a experimentar la vida sin restricciones ni juicios externos.
Recuperar el placer no solo implica disfrutar de las actividades que nos traen alegría, sino también cultivar una relación más compasiva y amorosa con nosotros mismos. Es reconocer que somos seres dignos de amor y respeto, independientemente de cómo se vea nuestro cuerpo o si cumplimos con ciertos estándares de belleza.

Directora de la Fundación Alimente
Tras lidiar con la obesidad y las adicciones he impulsado la Fundación Alimente para que más personas puedan beneficiarse del tratamiento de adicción a comer que tanto me ha ayudado.