Estar gordo desde pequeño puede convertirse en una carga emocional difícil de sobrellevar, especialmente cuando existen juicios y presiones que provienen incluso de aquellos que deberían ser nuestro principal apoyo: nuestros padres.

El «no ser suficiente» para ellos por el cuerpo que tenemos nos llena de frustración y tristeza.

Como hijos queremos que nuestros padres nos muestren amor incondicional. Cuando este amor se ve afectado por la forma de nuestro cuerpo y por una misión imposible que es «lograr adelgazar» con dietas, tomamos conciencia de que no vamos a lograr que nos quieran tal y como somos.

Normalmente ahí empieza una carrera sin fin, con regímenes alimenticios desde la infancia y comentarios inadecuados sobre nuestra apariencia. Quedamos marcados por una sensación persistente de no ser dignos de amor y aceptación.

El impacto emocional de crecer en un ambiente donde la gordura es vista como un defecto puede ser devastador y duradero. Nos fuerzan a asociar nuestra valía con nuestro aspecto físico, lo que nos lleva a una búsqueda constante de validación externa y a una lucha interminable por alcanzar un estándar corporal que no se corresponde con el nuestro y que no tenemos ni idea de como alcanzar.

En la actualidad se sabe que las dietas no funcionan, pero durante muchísimo tiempo se pensaba que solo se trataba de fuerza de voluntad. Este hecho afectó a todos aquellos que pasamos tanto tiempo intentando tener el cuerpo que la sociedad nos pedía y fracasábamos una y otra vez en intentarlo.

El romper esta condena impuesta por los demás es posible. El primer paso es reconocer que nuestro valor como personas va más allá de nuestra apariencia física. Somos seres complejos y multifacéticos, y merecemos ser amados y respetados por quienes somos en nuestro interior, independientemente de nuestro peso.

Entender también que la salud es algo privado y es una elección personal de cada cual cómo vive su vida. No es de dominio público el opinar sobre cómo debe cuidarse el otro y en la mayoría de temas de salud se respeta, excepto en la obesidad y el sobrepeso que todo el mundo se siente impelido a actuar por el bien de la persona.

Aceptar nuestro cuerpo tal como es, con todas sus imperfecciones y peculiaridades, es el camino para romper el ciclo de autodesprecio y búsqueda de validación externa. Esto no significa conformarse con la situación actual, sino más bien aprender a cuidar y respetar nuestro cuerpo en cualquiera de sus versiones, de una manera saludable y compasiva.

Además, es importante establecer límites saludables con aquellos que nos rodean y que perpetúan actitudes y comportamientos tóxicos hacia nuestro cuerpo. Esto puede implicar confrontar a nuestros seres queridos y expresar cómo nos hacen sentir sus comentarios y acciones, o incluso distanciarnos de aquellos que no están dispuestos a respetarnos.

Finalmente, buscar apoyo en comunidades y recursos que promuevan la aceptación del cuerpo y la autoestima positiva puede ser de mucha ayuda. Encontrar personas que nos entiendan y nos apoyen en nuestro viaje puede marcar la diferencia entre permanecer atrapados en un ciclo de autodesprecio y alcanzar un autoconcepto respetuoso y compasivo con nuestro cuerpo.

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