En la danza de la vida, nos encontramos constantemente equilibrando múltiples aspectos: salud, dinero, relaciones, responsabilidades familiares y laborales, entre otros. A veces, sin importar cuán envidiable pueda parecer nuestra situación desde afuera, podemos caer en la trampa del victimismo.
El «pobre de mí» es una actitud muy arraigada en muchos de nosotros y que nos separa de tomar la responsabilidad de nuestra vida. Esta mentalidad nos impide ver más allá de nuestras dificultades y nos atrapa en un ciclo de negatividad y resentimiento.
En lugar de buscar soluciones y tomar acción para mejorar nuestras vidas, nos limitamos a lamentarnos de nuestras desgracias y a culpar a los demás por nuestras adversidades. Es crucial reconocer que, aunque enfrentemos obstáculos y desafíos, tenemos mayor capacidad de cambiar nuestras circunstancias y alcanzar nuestros objetivos si adoptamos una mentalidad positiva y proactiva.
¿Pero cómo podemos escapar de esta trampa y trascender el victimismo? La respuesta radica en cultivar la gratitud.
La gratitud es como un antídoto contra el veneno del victimismo. Nos permite cambiar nuestra perspectiva y encontrar valor incluso en medio de las dificultades. En lugar de lamentarnos por lo que nos falta o lo que no funciona en nuestras vidas, la gratitud nos invita a apreciar lo que sí tenemos y a encontrar lecciones incluso en las experiencias más desafiantes.
Por ejemplo, cuando nos sentimos tentados a quejarnos de nuestros hijos rebeldes, podemos recordar que están atravesando una etapa crucial de su desarrollo y podemos cultivar empatía hacia ellos. O cuando nos enfrentamos a un jefe difícil, podemos verlo como una oportunidad para desarrollar habilidades de manejo de conflictos y paciencia.
Pero la gratitud va más allá de ser una mera actitud positiva; está respaldada por la ciencia. Estudios han demostrado que practicar la gratitud fortalece áreas clave del cerebro, como la corteza prefrontal y el sistema límbico, las cuales están relacionadas con nuestras emociones y procesos de toma de decisiones. Curiosamente, estas son las mismas áreas que suelen ser afectadas por las adicciones.
La neurocientífica Nazareth Castellanos nos recuerda que la gratitud no es solo un pensamiento fugaz, sino un compromiso continuo. La queja puede fácilmente apoderarse de nuestras mentes si no mantenemos activamente la práctica de la gratitud, ya que nuestro cerebro tiende a atribuir los fracasos a nosotros mismos y los éxitos al entorno.
En última instancia, al elegir la gratitud sobre el victimismo, no solo transformamos nuestra propia experiencia de vida, sino que también contribuimos a nuestro bienestar mental y emocional a largo plazo. Así que la próxima vez que te encuentres enredado en el ciclo del «pobre de mí», tómate un momento para reflexionar sobre las bendiciones que sí tienes y cómo puedes encontrar oportunidades de crecimiento incluso en medio de las dificultades.
Directora de la Fundación Alimente
Tras lidiar con la obesidad y las adicciones he impulsado la Fundación Alimente para que más personas puedan beneficiarse del tratamiento de adicción a comer que tanto me ha ayudado.