Durante décadas, hemos abordado la cuestión de la obesidad con la fórmula clásica: dieta y ejercicio. Sin embargo, los resultados muestran que esta solución no está cumpliendo su propósito, ya que la obesidad sigue en aumento en todo el mundo. ¿Qué está pasando? La respuesta podría estar en una pieza faltante de la ecuación: la adicción a comer.

La idea de la adicción a la comida puede generar controversia, pero cada vez más estudios están explorando los vínculos entre la adicción y el exceso de alimentación. Este concepto no es nuevo; de hecho, se ha estado estudiando desde la década de 1950. Sin embargo, no fue hasta 1993 que se produjo un avance significativo: el primer mapeo del cerebro de una persona con obesidad.
Este hito significativo en la investigación sobre la adicción a comer marcó un punto de inflexión en nuestra comprensión de este complejo trastorno. El mapeo del cerebro reveló diferencias clave en la actividad neural de las personas con obesidad y adicción a la comida en comparación con aquellos que no sufren de este trastorno. Estas disparidades proporcionaron una visión sin precedentes sobre los mecanismos subyacentes que impulsan el comportamiento alimentario compulsivo y descontrolado.
El descubrimiento de que los cerebros de las personas con adicción a comer tienen una menor densidad de transportadores de dopamina proporcionó una explicación neurobiológica convincente de por qué estas personas experimentan dificultades para controlar sus hábitos alimenticios. La dopamina es un neurotransmisor crucial que desempeña un papel central en la regulación del placer y la recompensa, y su disminución en individuos con adicción a la comida puede contribuir a una búsqueda compulsiva de alimentos para compensar esa deficiencia de placer.

Además, el mapeo cerebral reveló alteraciones en la función de la corteza prefrontal, una región cerebral asociada con la toma de decisiones, el control de los impulsos y la regulación emocional. Estas anomalías en la actividad cerebral sugieren que las personas con adicción a comer pueden tener dificultades para resistir los impulsos alimenticios y tomar decisiones saludables, lo que contribuye aún más a su ciclo de consumo compulsivo de alimentos.
En resumen, el primer mapeo del cerebro de una persona con obesidad en 1993 representó un avance fundamental en nuestra comprensión de la adicción a comer al proporcionar evidencia tangible de las diferencias neurobiológicas asociadas con este trastorno. Este descubrimiento ha sentado las bases para una investigación más profunda y ha impulsado el desarrollo de enfoques terapéuticos más efectivos para abordar este problema de salud pública en constante crecimiento.
Un estudio realizado por Juan Silva-Pereyra y Martina Ferrari-Díaz sobre los efectos de la obesidad en el cerebro y la cognición respalda estos hallazgos.
Los cambios neurológicos que ocurren en el cerebro de las personas con adicción a la comida son similares a los que se observan en otras adicciones, como la adicción a sustancias químicas. Estos cambios afectan a las vías de recompensa y control de impulsos del cerebro, lo que lleva a una mayor compulsión por consumir alimentos, incluso cuando hay consecuencias negativas.
En el cerebro de quienes sufren de adicción a la comida, se han identificado alteraciones en la liberación de neurotransmisores como la dopamina, que está asociada con la sensación de placer y recompensa. Esto puede hacer que las personas busquen constantemente alimentos altamente palatables y ricos en calorías para estimular esas vías de recompensa.

Además, se ha observado que las personas con adicción a la comida tienen una respuesta reducida en las áreas del cerebro responsables del control de los impulsos y la toma de decisiones, lo que dificulta la capacidad de detenerse una vez que han comenzado a comer en exceso.
Por lo tanto, la dificultad para detenerse no es simplemente una cuestión de falta de voluntad, sino que está impulsada por cambios biológicos en el cerebro que afectan la capacidad de controlar los hábitos alimenticios. Los momentos críticos que experimentan, como la sensación de que será la última vez que comerán en exceso, el dolor físico después de una ingesta excesiva, la incapacidad para detenerse durante un atracón y la sensación de desconexión y remordimiento después del episodio, son manifestaciones de esta lucha contra la adicción alimentaria.
Es fundamental comprender que la adicción a comer no es simplemente una cuestión de falta de control. Es un trastorno complejo que afecta tanto al cuerpo como a la mente. Necesitamos abordar esta adicción con empatía y comprensión, buscando soluciones integrales que aborden tanto los aspectos físicos como los psicológicos de este problema.

Directora de la Fundación Alimente
Tras lidiar con la obesidad y las adicciones he impulsado la Fundación Alimente para que más personas puedan beneficiarse del tratamiento de adicción a comer que tanto me ha ayudado.